La lactosa es el azúcar natural que se encuentra en la leche y los productos lácteos. La intolerancia a la lactosa es un problema común en el mundo occidental.

La intolerancia a la lactosa está causada por la falta de una enzima llamada lactasa en el organismo. La lactasa descompone la lactosa en dos azúcares simples: glucosa y galactosa.

Si la lactosa no se descompone, permanecerá en el intestino, donde las bacterias que viven allí de forma natural la fermentan. Este proceso de fermentación produce gases, lo que provoca los problemas digestivos asociados a la intolerancia a la lactosa.

Tener una intolerancia a la lactosa no significa que tengas una alergia a la leche o a los lácteos. Una alergia a la leche o a los productos lácteos es más grave e incluso consumir una gota de leche por accidente puede provocar una reacción alérgica grave.

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Los síntomas de la intolerancia a la lactosa

Si eres intolerante a la lactosa, en tan sólo una hora, puedes experimentar algunos o todos los siguientes síntomas:

  • Flatulencia (exceso de gases, a menudo malolientes)
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  • Dolor de estómago e hinchazón
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  • Ruidos de gorgoteo o estruendo procedentes del estómago
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  • Diarrea repentina
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  • Náuseas

Tus síntomas pueden ser leves, moderados o graves, dependiendo de tu grado de intolerancia a la lactosa y de la cantidad que hayas consumido.

Cada persona con intolerancia a la lactosa es diferente. Es posible que puedas tolerar un sándwich de queso con síntomas leves. Otra persona puede no ser capaz de beber una taza de té con un pequeño chorrito de leche sin sufrir graves consecuencias.

Modificar la dieta

La única manera de controlar tu intolerancia a la lactosa es modificar tu dieta. Lamentablemente, si te encanta el queso o te gusta añadir leche de vaca a tus cereales matutinos, éstos quedan descartados.

Conoce tus propios límites. Si sabes que comer una tableta de chocolate te supondrá dolores de estómago durante el resto del día, pero no puedes resistirte a un capricho y estás preparado para las consecuencias, entonces date un capricho. Recuerda que una intolerancia no pone en peligro la vida, pero puede ser muy incómoda.

Afortunadamente, con el reciente aumento del veganismo (una dieta en la que se evitan todos los productos de origen animal, incluida la leche y los productos lácteos) viene un aumento de los alimentos innovadores sin lácteos.

En lo que respecta a la leche, es donde más opciones hay. Hay leches sin lácteos hechas de soja, avena, almendras, guisantes, anacardos y arroz. También hay una gran cantidad de yogures, nata, crème fraiche y queso sin lácteos.

Obtener todos los nutrientes que necesita

Evitar los productos lácteos significa que pueden faltar nutrientes vitales como el calcio, que puede provocar una baja densidad mineral ósea y, finalmente, huesos débiles y quebradizos que se rompen más fácilmente, y la vitamina A.

Pero con unas cuantas consideraciones cuidadosas, no hay necesidad de que esto ocurra. Asegúrate de consumir muchos alimentos ricos en calcio, como las verduras de hoja verde (la col, la col rizada y el brócoli son las mejores), el pan integral enriquecido con calcio, las legumbres, las semillas de sésamo y el tofu. Los huevos, el pescado azul y la carne son excelentes fuentes de vitamina A, y las frutas y verduras de color naranja, rojo y amarillo (boniatos, zanahorias, mango, calabaza, albaricoques secos, melón, pimientos rojos y melocotones) son excelentes opciones para los vegetarianos o veganos, ya que están llenos de betacaroteno, que puede convertirse en vitamina A en el cuerpo.

Nunca ha sido mejor momento para experimentar con las leches, los quesos y los yogures sin lácteos. Así que pruebe unos cuantos y vea cuáles le gustan más. Puede que el sabor sea un poco diferente al principio, pero tu estómago te lo agradecerá.